Todo empezó una tarde de 1949, cuando la familia Valls decidió mudarse a una casita delante del mar. Noelia, que era la niña pequeña, tenía algunos problemas de salud y pensaron que si la llevaban junto al mar todo iba a mejorar. Un día encontró un lugar donde poder esconderse. En ese lugar brotó una pequeña flor de diversos colores. Le gustaba acariciarla, porque imaginaba que era una niña con pétalos. La llamó Gemma. Su problema de salud, ese llanto constante que nunca la abandonaba, se había agravado en el mar. Pero Noelia sabía en lo más profundo de su ser que sus lágrimas no eran de tristeza, sino que nacían para alimentar a la primera amiga que había encontrado en toda su vida: una flor y en el fondo de su corazón albergaba muchísima felicidad por alguien (aunque ese alguien fuese una bellísima flor). Fue en un día sórdido y gris, cuando la familia Valls abandonó el mar. Noelia, desilusionada ante la actitud de sus padres y subida en un viejo coche negro, se fue para siempre. Cuentan que Gemma fue desvaneciéndose lentamente hasta morir sus pétalos quedaron esparcidos. Desde entonces a esa playa se le conoce con el sobrenombre de "Playa de la Alegre Melancolía".