Había una vez un pequeño caracol llamado Gastón. Gastón vivía en un jardín, rodeado de flores y mariposas. Sin embargo, a diferencia de sus amigos veloces, Gastón era lento. Muy lento. Un día, Gastón decidió que quería cambiar su vida. Se propuso superar sus limitaciones y convertirse en el caracol más rápido del mundo. Pero, cómo podría lograrlo? Primero, Gastón se inscribió en clases de mecanografía. Aunque sus amigos se burlaron de él, él persistió. Sus pequeñas antenas se movían con gracia sobre el teclado, y poco a poco, sus palabras comenzaron a fluir más rápido. Segundo, Gastón adoptó una dieta especial. Comía hojas de lechuga y zanahorias, alimentos que le daban energía para escribir sin parar. Sus amigos se asombraban al verlo devorar las letras en la pantalla. Tercero, Gastón practicaba todos los días. Se sentaba frente a su computadora y escribía cuentos sobre caracoles aventureros. Sus historias eran divertidas y llenas de esperanza. Un día, Gastón participó en un concurso de mecanografía. Sus amigos se rieron, pero él no se inmutó. Sus antenas se movieron con destreza, y las palabras salieron como un torbellino. ¡Gastón ganó el primer lugar! Desde entonces, Gastón se convirtió en un ejemplo de superación personal. Su velocidad en el teclado inspiró a otros caracoles a seguir sus sueños. Y así, el pequeño Gastón demostró que incluso los más lentos pueden alcanzar grandes logros.